martes, 8 de diciembre de 2015

SOLO CONFIA I

Desde el balcón de su casa, en el tercer piso de un edificio de casi 20 años de antigüedad, Martín mira alegremente como algunos niños juegan, rien y disfrutan de sus vacaciones en la calle, fuera de las miradas siempre vigilantes de papá o mamá. Observa al señor de los helados, y como los niños corren hacia él, y lo rodean tal manada acechando a su presa, y después como es que disfrutan y en fila van caminando, robándose el helado y siguen jugando. Así pasan la horas de la tarde de un domingo.

Llega la hora en la que el sol susurra al oído de estos niños que ya es hora de ocultarse en casa, Martín también debe hacerlo. Sus débiles brazos hacen rodar esas ruedas flacas ubicadas a ambos lados de su silla, esta que usa para transportarse a todo lado desde que tiene uso de razón.

Marta, su madre, tiene lista la cena, así como el ritual de siempre. En el sitio de Martín nunca hay una silla, pues el tiene la suya, tal vez el único niño en el mundo que tenía su propia silla , y nadie se la podía quitar, y así se sentía él, y es así como su padre se lo había explicado.

Papá aún no llega. Hoy domingo le corresponde turno en la empresa donde trabaja como vigilante; pero ya debe estar por llegar, pues la fábrica donde trabaja no esta muy lejos.

El niño  intenta demorar el final de su cena hasta que papá llegue, pero no puede luchar mucho con la mirada de su madre y sus propios intestinos que exigen justicia, una justicia voraz. Termina la cena y papá aún no llega. Mientras mamá lava los platos Martín decide coger un libro, uno de los tantos que papá le ha regalado, pero de pronto la manija de la puerta suena, son unas llaves que se mueve afuera, la puerta se abre...ES PAPÁ! Los ojos del niño volvieron la mirada a la puerta, es el hombre que junto a mamá cada mañana lo despierta, lo cambia, lo deja listo para que tome su desayuno. El hombre que le ha comprado tantos libros como su humilde situación les a permitido adquirir.

El orgulloso padre saluda a su esposa, y después va hacia el hijo. Ambos se enfrascan en un abrazo lleno de amor, solo aquel que puede generar la relación papá e hijo, una relación que ha nacido del esfuerzo de papá por mantener con vida a su hijo, una vida no solo fisica sino emocional y espiritual, y del hijo que cuyo corazón ha sido contagiado por las ganas de vivir de éste hombre.

Martín siempre observa a su padre en cada movimiento, la forma como trata a mamá, los detalles que tiene con ella, como la mira, como ordena sus cosas, las cosas que lee y su forma de hablar. También intenta memorizar las oraciones que aquel hombre fuerte hace todas las noches, antes de darle el beso de buenas noches. Ya en la cama, papá e hijo llegan aun nivel de comunicación muy alto, pues todo lo sucedido en el trabajo debe ser obligatoriamente informado a Martín, pero solo hasta que el sueño empieze a amilanar sus pequeños ojos. Y es ahí cuando papá cubre a su pequeño, lo cubre y un beso final. Martín, entre mas dormido que despierto ve cerrarse la puerta y así terminar su día.

Al día siguiente, los denodados esfuerzos de niño de 7 años para poder subir a "su silla" y  salir de la cama, siguen siendo inútiles. Su papá entra para despedirse, y ve a un enrojecido Martín, lo ayuda a ubicarse en la silla, y se depide de él. Casi nunca llega a tomar desayuno con papá, algo que los entristese.

Es un día caluroso, y papá ya esta en el bus camino al trabajo. En su cabeza, un pensamiento le viene dando vueltas desde hace varios días: "La posibilidad de que su hijo pueda caminar".

Dos semanas antes, durante el chequeo médico de Martín, el médico le dijo al padre, con bastante recato para que su esposa ni su hijo se hagan falsas ilusiones, que el niño estaba desarrollando sus músculos de manera optima y que posiblemente una operación podía activar cierta parte de su columna que le permitiría al pequeño poder dar sus primeros pasos. El papá de Martín quiso saltar de alegría el escuchar la noticia; pero no lo hizo para que su familia no se entere, pues el tema era muy delicado y nada estaba dicho según le explicó el médico. Y disminuyó aún mas su emoción cuando el médico le dijo el costo de tal operación, una cifra que dificilmente ellos podrían pagar.

El tema era una constante en los pensamientos del padre. Sabía que era la oportunidad de ver a su hijo desarrollarse plenamente, era la posibilidad de verlo saltar y correr en la calle con otros niños, jugando a lo que sea que se les ocurra.

El bus se detiene y la mirada del hombre, aún cavilando acerca de esta posibilidad que tiene su pequeño, se fija en la imagen de un Cristo crucificado que cuelga sobre del cuello de un hombre que esta parado a su costado. Eleva la mirada y ve un collarin, un cleriman, esa cinta blanca que usan los sacerdotes católicos en el cuello, como signo de su labor e identidad como representante de Dios en la tierra.

Tenía un rostro amable, un rostro....amablemente indescriptible.

Cruzaron miradas y el papá de Martín solo pudo mantenerla por un segundo. Estos hombres vestidos con ese collarín y camisa negra siempre le han traido ciertos sentimientos de extrañeza, una especie de misterio. No ha comprendido nunca cómo un hombre puede dejar de aspirar a tener una familia y a preferido dedicarse a vivir solo y encima usar su tiempo para darselo a otras personas, seres que muchas veces son hasta ingratas con él. Recuerda su niñez, y al sacerdote que vivia cerca de su casa, y cómo a éste siempre lo buscaban para solucionar conflictos sociales y familiares, le pedían alimentos y dinero; pero cuando él necesitaba ayuda casi nadie acudia a ayudarlo, y nunca aprendía la lección. Siempre estaba disponible para todos.

Al llegar al lugar donde debía bajar, hizo el gesto de querer pararse para que el sacerdote se moviera, pero éste ni se inmutó. El siervo de DIos seguía con la mirada fija en el papá de Martín, éste último sintió una sensación muy grande de angustia, sentia un hueco en el estomago, un dolor como si no hubiera comido hace días.

En ese momento sintió una mano en el hombro izquierdo, del mismo lado en la que el sacerdote estaba parado, sintió como una gota de sudar, muy fria, rodaba por su frente, cruzaba su ancha nariz, llegaba a su labio superior, y se quedó ahí sin saber si pasar o no al labio inferior o perderse para siempre en la boca; y esa misma sensación tenia el papá de Martín, no sabia que hacer, si mirar, quitar la mano de este hombre a la fuerza, o simplemente huir.

En este instante, en el que se sentia como un león acorralado escuchó una voz: "SOLO CONFÍA. TEN FE".

domingo, 31 de agosto de 2014

Mi Literatura y Dios



Aprendí a leer solo, según me cuentan, pero yo no recuerdo nada. Solo sé que me gustaba echarme al piso y pintar el famoso libro Coquito, existente aún pero ya digitalizado, como los nuevos tiempos educativos lo requieren, y también leer las fabulas de Esopo. Éstas últimas me encantaban, pues me fascinaba darle vida a todos esos animales en mi cabeza. Y creo que es un punto importante de la lectura, pues te desarrolla una creatividad impresionante, y la imagen que te haces de algún personaje o escena no es la misma que tu amigo Fernandito y Manolito se hacen. Fue una buena época de literatura infantil esa, aunque de libros en mi casa habían tantos que los dedos de mi mano sobraban para contarlos, pero pude entretenerme con lo que teníamos.

Una de las imágenes mas relacionadas con el leer y contar cuentos es la que tengo de mi padre, que nos contaba cuentos, siempre antes de dormir. Y por más que en algún momento empezó a contar las mismas historias, no dejaba de agradarme. Y ahora pienso que era el momento en si que me facinaba, y espero replicarlo con mis hijos. Pero como todo adolescente que empieza a buscar su lugar en el mundo; esto dejó de interesarme, y ya no era lo mismo que me lo cuenten a los 12 o 13 años que a los 6 o 7. Y así empecé a llenar mi mente de malas historias. Historias del mundo, de una época en la que la corrupción y el nacimiento de medios de comunicación basura llenó nuestras nobeles cabezas de ignorancia y falta de interés por nuestros hechos sociales, políticos, familiares, y sobre todo, y por lo que ahora me da aún mas pena, "religiosos". Fue un terrible asesinato de la letras aquella época, para los que no teniamos instaurado en nuestra cabeza un referente literario o acceso a buena literatura. Muchos nos alimentamos de lo que los diarios chicha o prensa amarilla publicaban.

La secundaria fue difícil y aún más porque los resultados académicos nunca fueron los mejores. Lenguaje, Religión, Educación Civica, Geográfia, y las terribles Matemáticas, Química y Física. Mis grandes, grandes enemigas éstas últimas, hasta en mi época universitaria.

Pero la historia siempre ha tenido un no sé qué, y también la Literatura. No Lenguaje, que en verdad siempre me ha parecido muy engorroso tener que aprender todo ese tipo de reglas sintácticas antes de escribir; pero al parecer si no las sabes, no escribes bien, y bueno, estoy aprendiendo. El caso es que nunca pude combinar esas dos áreas en mi época colegial; pero la academia pre universitaria fue otra cosa.

Encontré en la historia una forma distinta de contar la vida. Recuerdo a un profesor que vivía la historia, nos señalaba partes del aula como si ahí estuvieran pasando los hechos, cómo si en su mente privilegiada pudiera proyectar las batallas de Cáceres en los Andes, o viendo desde arriba la batalla de Angamos, o si estuviera grabando con un cámara las grandes batallas de Alejandro Magno; pero esas dos horas terminaban muy rápido. 

Posteriormente pasé a formar parte de un grupo, casi emulando a "La Sociedad de los Poetas Muertos", en donde el profesor de Literatura nos empezó a mostrar a escritores como Rimbaud, Baudelaire y Poe. Fueron unas semanas en las que quise sumergirme en la vida bohemia y dejarme arrastrar por todos esos placeres que arrastraron a esos famosos llamados "Poetas Malditos". Pero me di cuenta que había que tener plata y un mayor recorrido literario y social, así que todo quedó en seguir buscando.

En la universidad, con mi gran amigo Erick, retomé por un tiempo a Rimbaud, Baudelaire y Poe; pero pasó lo mismo, y ambos lo supimos aunque nunca lo dijimos, así que decidí dedicarme a intentar aprobar mis cursos, que de por sí me costaron mucho. Y entonces la literatura de Luigi Giussani, San Agustín, un tal Pablo, un libro llamado la Biblia y DIOS, ayudaron a inquietar nuevamente en mí esa búsqueda adolescente de "¿Quién soy?". Ayudaron a sacar ese corazón inquieto que tantos años estuvo dormido.

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Hoy tengo claro muchas cosas sobre ¿Quién Soy?, en el sentido de mi vocación y mi misión primordial en este mundo. No tengo visualizado el premio, pero se qué debo hacer para alcanzarlo, por más que no lo conozca del todo. Y aún así sigo descubriéndome en muchas facetas, y quiero seguir avanzando.
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Y así pasó que empecé a descubrir otro tipo de literatura, que me ayudó a tener algunos criterios para leer algo mas centrado en esa búsqueda. Pero si no tienes buenas referencias, pasa lo que me pasó. Llegó Coelho, quién en su momento me ayudó a entender el tema de nuestra misión en la vida, pero no a ordenar mi camino, no ha definir por donde debía ir. Esa onda New Age que maneja no ayuda mucho tras descubrir que eres un ser único e irrepetible. Te pide seguir solo lo que sientes; pero muchas veces lo que sientes no es lo mas objetivo y te permites vivir en una verdad relativa constante. Y entonces libros, separatas, folletos, manuales, todos en el área de informática, empezaron a caer en mis manos, pues era lo mas obvio y objetivo que debía estudiar en ese momento, y Coelho siguió alimentando mi camino, pero no lo suficiente. Y tras algunas situaciones personales, que no vienen la caso contar, todo cambió, y mi literatura cambió.

Y ENTRÓ DIOS, y me pidió mucho. La Biblia se convirtió en herramienta esencial para mi formación, para ese conocer más a Dios, y lo seguirá siendo; así como los libros de la hermosa espiritualidad y vocación a la que el Señor me ha llamado.  Rimbaud, Baudelaire y Poe fueron cambiados por San Pablo, San Agustín, San Juan de la Cruz, San Francisco de Sales, Benedicto XVI, San Juan Pablo II y también por Tolkien, Chesterton y Victor Hugo.

Mi literatura es pobre; pero no puedo pedir más de lo que puedo hacer por ahora. Y en esta época me toca conocer literatura más académica, pues nuevamente los estudios me lo exigen. Morín y Castells son algunos de los que debo seguir por ahora; pero tengo mis clásicos, y muchos de ellos hablan de Dios, y quiero que hablen de él, es así que a ellos jamás puedo dejar de seguirlos, porque me muestran el camino correcto a seguir, y a avanzar en todo, y cuando digo en todo, es en cada una de las áreas de mi vida; en el trabajo, con mis amigos, con mi novia, con mi madre y hermana, con mi comunidad, en una fiesta, en el supermercado, en la calle, con mis sobrinos, en todos estos momentos me enseñan a ser verdadero hombre, verdadero hijo de Dios. Y me enseñan que soy frágil, débil; y debo estar siempre listo para la batalla, pero que tras cada caída, siempre puedo recurrir al perdón, al amor de DIOS.


martes, 1 de julio de 2014

Mira adentro

Tras la caída viene el remordimiento, y tras ello, al decepción. Pero que importantes es comprender que te puedes levantar una y mil veces, tras caer mil veces.

No hay formula mas real que creer en que puedes hacerlo. Y que siempre, siempre Dios te esta esperando para perdonarte.

Él, como un padre justo, te da las opciones para elegir que tipo de vida quiere llevar. Si lo conoces y a pesar de ello decides no seguirlo, pues estas en la libertad de hacerlo; pero recuerda que en los momentos mas difíciles lo vas a necesitar, para pedirle fuerzas, para pedirle paz, aliento y tranquilidad.

Es una experiencia muy humana, no lo puedes negar. Al ser creados por él, estamos llamados a buscarlo siempre, así lo neguemos. Esta en nuestro ser el siempre buscar ese algo especial que no puede ser llenado por nada material, ni por otro ser humano. Esa insatisfacción de no encontrar, ese sentido religioso se llama DIOS.